5 de septiembre de 2023

¿Cómo fue el plan para matar a la educación pública?


Hace algunos años había pensado escribir un artículo titulado “Tenemos que dejar de robar con Paulo Freire por lo menos por dos años”, parafraseando a un oscuro sindicalista argentino. Atrayendo su indignada atención, debo confesar que desde que me dedico a la docencia he visto ésta clara intención de los gobiernos provinciales de quitar jerarquía académica para reemplazarla con una insulsa y poca efectiva educación fraternalista. Los resultados están a la vista: caída de la capacidad lectora, del pensamiento matemático, de la posterior fuerza laboral por falta de conocimientos y del consecuente crecimiento de la pobreza. Si, porque mientras quienes dirigen ideológicamente los modelos educativos se quejan de la “concentración de la riqueza”, lo único que están logrando es la distribución de la pobreza.

Hemos asistido a la lenta aplicación de este modelo de educación populista acompañado por la cultura del eufemismo: hay palabras prohibidas, poco a poco nos fueron prohibiendo palabras e imponiendo un modo de pensar. No se puede decir “desaprobado”, “abandono”, “conducta”, “sanción” y están tentados de indicar cárcel común al docente que mencione “aplazo”.  El culpable de todo fracaso (otra palabra tirana prófuga) es siempre del docente. El adoctrinamiento ideológico y epistemológico está en su apogeo, casi que han realizado su sueño húmedo del crimental, el neologismo imaginado por George Orwell en su 1984. Hay que repetir como loro sin cuestionar los métodos progresistas que han, están y seguirán fracasando si no se da un golpe de timón de 180 grados urgente.

Hoy ir a la escuela pública del conurbano es entrar a la anomia total. Un alumno (o alumne) puede entrar a cualquier hora. Han flexibilizado a niveles invisibles la asistencia (y ni hablemos de puntualidad, otro crimental). Ese alumno otrora abandónico debe tener exactamente las mismas posibilidades que quien asiste todo los días y trabaja en tiempo y forma, y más oportunidades también. Han eliminado las mesas de examen, las calificaciones númericas que según ellos "estigmatizan" (¿?!) y hasta se les debe dar un ciclo continuo de evaluación llamado “intensificación”. Todo a costas de un docente que debe “desarrollar más estrategias”, sin eufemismos, trabajar más por el mismo mísero salario. Han inventado el concepto de “trayectoria educativa”, y detrás de él los nefastos sistemas ATR y FORTE. Dos sistemas que hacen que, básicamente, el Estado pague docentes particulares dentro de la escuela para esos alumnos que no “acreditan” (prohibido decir “aprobar”). Hay una novedad: Los chicos no asisten a esas clases particulares pagas por el Estado y la presión para aprobar porque sí aumenta.


Diploma del FINES que entregaban en 2014.
Además el plan FINES (que he visto en primera mano que se dictaba en Unidades Básicas y hasta en garajes por militantes sin título) que ya cumple más de 10 años, solo ha logrado dar puntazo mortal a los turnos vespertinos, que eran el lugar donde quienes estában con trayectorias demoradas podían cursar una escuela con seriedad. El cierre de cursos en vespertino también se traduce en falta de puestos para docentes.

Han destruido la cultura del esfuerzo, el valor del mérito, el trabajo, el respeto y la disciplina entendida como método para crear hábitos saludables. Además no hay límites: alumnos violentos con sus compañeros o docentes deben permanecer en clases cueste lo que cueste. Esto no es casual, el modelo populista propone ya desde la escuela aprobar sin estudiar y sin respetar a los otros: es la antesala del clientelismo y el garantismo para el resto de la sociedad.

“Estrategias”, “proyectos” para “evitar llegar al período de recuperación de diciembre” dicen los mensajes que llegan a los grupos de Whatsapp de docentes que, otra vez sin eufemismo, son presiones y hostigamiento para aprobar per sé a un alumno. “Intensificar no es otra cosa que volver a enseñar” (por el mismo salario) indican, aún cuando es imposible hacerlo porque el daño se hizo años anteriores. Se promueve (pasan de año) a alumnos que no están en condiciones de hacerlo. Lo que hay que “volver a enseñar” es lo que no se enseñó o, mejor dicho, no se exigió aprender en los últimos 6 años. La escuela en la que quien escribe estas líneas cree es la que se toma el tiempo de enseñar y acompañar a los alumnos todo lo que sea necesario, la de la movilidad social ascendente, no la que los quiere sacar en 6 años de secundaria rápido, como si fuera una fábrica de chorizos.

Además de la miopía método e ideológica de los burócratas que ocupan los despachos de la Dirección General de Escuelas en La Plata, personas incapaces puestas a dedo por militancia y no por mérito académico o intelectual (muchos menos empírico) están los inútiles que ocupan cargos (políticos, claro) en las jefaturas regionales y distritales a lo largo de los 135 municipios, que no son más que sicarios intelectuales de una política finamente pensada para embrutecer a generaciones de chicos de clases medias-bajas que no tienen la posibilidad de asistir a escuelas privadas. Sí, lo sé, la política educativa es la misma, pero probado en primera persona, la escuela privada resiste con mayor ahínco los embates de las estupideces de los dirigentes de turno, intelectualoides de cartulina que me hacen acordar a los gobernantes de la isla de Laputa, imaginados por Jonathan Swift en el capítulo 3 de "Los viajes de Gulliver". No quiero dejar de mencionar a los inspectores que solo están preocupados por absurdas estadísticas y presionar por la aprobación a toda costa de alumnos abandonados por un sistema nefasto educativo.

Lo único que logra esta desigualdad es ensanchar la brecha entre ricos y pobres. Y esta es otra mentira del progresismo pedagógico: no luchan por los que menos tienen, si no que los hunden para que siempre sean carne de cañón del Estado. 

Desde 2020 en adelante se agrega a este desastre las relaciones carnales del gobierno provincial con los gremios docentes (que nunca defendieron nada más que los bolsillos de sus dirigentes, y son cómplices de la decadencia edilicia) quienes promueven el ausentismo abiertamente. Le hago un desafío estimado lector: si su hijo asiste a una escuela pública lo invito a que le pida que saque foto de los temarios y vea el nivel de licencias que en líneas generales se toman muchos “educadores”. Sin dejar de mencionar los infames paros docentes o de gremios estatales, que se combinan para cerrar escuelas. Y si, el adoctrinamiento ideológico y político está a la orden del día. Basta ver los videos que han circulado de las “charlas” que se dieron en este año electoral de “Mi primer voto”.


Baradel abraza a Kicillof. Gremio y patronal.
Los que tenemos más de 40 crecimos en escuelas sólidas, lindas, edificios buenos (con carencias claro, calor y aire nunca hubo) y equipados con salones de actos, bibliotecas, patio propios y hasta pianos. Desde 2007 se promovieron las “escuelas altillo”, que son escuelas hechas en los pisos superiores de viejas escuelas primarias y hoy carecen de todo, hasta de aulas y baños de alumnos o docentes en algunos casos. Han convertido esas escuelas en villas miserias (otro crimental que cometo) y el proyecto parece ser llevarlas a convertirse en aguantederos desfinanciados donde solo se va a comer viandas de bajísima calidad y recibir netbooks, buzos o viajes de egresados con fines electoralistas. Y claro, a recibir la aprobación de docentes presionados, hostigados y manipulados, a la postre, desgastados.



Las cajas de "Mesa bonaerense" a la espera. 
A eso se le suma que el socialismo local ha realizado su sueño húmedo de repartir comida mesualmente por cada familia, al estilo de la Libreta de Racionamiento Cubana, con la caja denominada "Mesa Bonaerense". Otra migaja que funcionarios millonarios le tiran a familias empobrecidas por ellos mismos.

El panorama es desalentador. La escuela es un reflejo (o causa) de la anomia que es la sociedad argentina hoy por hoy. Un alumno ausentista es igual que el que va, el que no hace que el que sí, el que trabaja que el que no. Alumnos violentos o con consumos peligrosos de drogas (también promovido por omisión por el gobierno) no pueden ser cambiados o suspendidos (¡Uy!¡Podrían sancionar a un docente por pensar este crimental!) y otros deben convivir con ellos como si nada. Como dice la frase que anda circulando por redes sociales en estos días: No pienses, yo te adoctrino. No estudies, yo te apruebo. No trabajes, yo te subsidio. Y si querés algo que tiene tu compañero que piensa, estudia y trabaja, robáselo, yo te perdono.