Cuando Nestor Kirchner asumió la presidencia en 2003, hizo
claros esfuerzos desde lo simbólico para marcar diferencias con todos sus
sucesores: Malabares con el bastón presidencial, saco cruzado desabrochado o
evadir la custodia presidencial para saludar de a pie en la Plaza de Mayo a las
miles de personas que lo habían ido a ver. Tanto fue la temeraria travesía, que
terminó con una herida en su frente producto de un golpe provocado por la
cámara de un periodista (algo premonitorio de la difícil relación de su
gobierno con la prensa). Ese Presidente evitaba los protocolos, no leía en sus
discursos y firmaba actas oficiales con una simple lapicera Bic.
Diez años más tarde el mundo se sacude por el nombramiento
del primer Papa latinoamericano: Un viejo conocido de Kirchner a quien él mismo
tildó de “Jefe de la oposición”. “Fueron a buscarme al fin del mundo” dijo
Jorge Bergoglio en su primera aparición como obispo de Roma.
Y fue en esa aparición donde Bergoglio, o Francisco, comenzó
a evitar las tradiciones y protocolos del Vaticano. Decidió mostrarse sólo con
el simar sin la muceta ni la estola y saludar a los fieles con una mano a medio
alzar, muy diferentes de los saludos de sus antecesores que lo hicieron con
ambos brazos en alto como si vinieran de ganar un Grand Prix.