Cuando Nestor Kirchner asumió la presidencia en 2003, hizo
claros esfuerzos desde lo simbólico para marcar diferencias con todos sus
sucesores: Malabares con el bastón presidencial, saco cruzado desabrochado o
evadir la custodia presidencial para saludar de a pie en la Plaza de Mayo a las
miles de personas que lo habían ido a ver. Tanto fue la temeraria travesía, que
terminó con una herida en su frente producto de un golpe provocado por la
cámara de un periodista (algo premonitorio de la difícil relación de su
gobierno con la prensa). Ese Presidente evitaba los protocolos, no leía en sus
discursos y firmaba actas oficiales con una simple lapicera Bic.
Diez años más tarde el mundo se sacude por el nombramiento
del primer Papa latinoamericano: Un viejo conocido de Kirchner a quien él mismo
tildó de “Jefe de la oposición”. “Fueron a buscarme al fin del mundo” dijo
Jorge Bergoglio en su primera aparición como obispo de Roma.
Y fue en esa aparición donde Bergoglio, o Francisco, comenzó
a evitar las tradiciones y protocolos del Vaticano. Decidió mostrarse sólo con
el simar sin la muceta ni la estola y saludar a los fieles con una mano a medio
alzar, muy diferentes de los saludos de sus antecesores que lo hicieron con
ambos brazos en alto como si vinieran de ganar un Grand Prix.
Habla en italiano y no en Latín, y se permite hacer
comentarios en su lengua de origen, el español. Se lo ve molesto cuando quieren
besar su anillo, se acerca y saluda a los feligreses, a quines abraza y permite
que lo toquen, y sigue usando sus zapatos, los mismos con los que viajó desde
Buenos Aires, y nos los típicos rojos papales.
Estos gestos de sencillez y austeridad, tanto como la
elección del nombre en referencia a San Francisco de Asis, deben ser leídos en
realidad como elecciones coherentes por su adhesión a la orden de los jesuitas,
que contrasta con su predecesor Joseph Ratzinger, miembro de la orden de los cistercienses.
Es cierto que Jorge Bergoglio no es ni será kirchnerista, y
que el título de esta nota es sólo una estratagema que invite a su lectura, mas
allá de que haya claros parecidos entre la asunción de uno y otro. Y si bien hoy
algunos medios aprovechan las críticas de Bergoglio a los gobiernos de los
Kirchner para embanderarlo como aquel referente de la oposición que el mismo ex
Presidente imaginó, es cierto que la realidad dista mucho de serlo: Una cosa
fue el Arzobispo Bergoglio, otra será el Papa Francisco. Sólo el tiempo dirá si
el nuevo Sumo Pontífice promoverá los cambios que el mundo, al menos desde lo
discursivo-clerical, necesita, o si será otro intento fallido
Pero si hay una extraña
similitud entre Kirchner y Bergoglio: que así como Argentina en 2003 exigía un
presidente que traiga cambios de fondo, hoy el Vaticano necesita de un líder
que cuente con las condiciones para renovar la curia y traer aire fresco en la Iglesia. Y
curiosamente, los dos, venían del sur.
Por Hernán Bañez.
(Nota fallídamente escrita para un matutino de Buenos Aires)