4 de mayo de 2025

El wokismo y el debate del estado de naturaleza, otra vez.

El progresismo woke nos ha llevado a una discusión que parece sacada de la filosofía política del siglo XV: ¿El ser humano nace bueno o malo por naturaleza? Este debate, lejos de ser nuevo, fue abordado por pensadores como Thomas Hobbes y John Locke, quienes intentaron definir el mejor modelo de gobierno para una Europa convulsionada por guerras. Ambos partían de la noción del estado de naturaleza, es decir, cómo era el ser humano antes de la civilización.

Hobbes, en su obra Leviatán (1651), sostenía que el estado de naturaleza era un estado de guerra, donde las personas luchaban por el poder impulsadas por su ambición. Para él, la vida en ese estado sería "solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta". En contraste, Locke, en Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil (1689), veía el estado de naturaleza como un espacio de libertad, donde los individuos eran actores racionales que intentaban evitar conflictos violentos siempre que fuera posible.

Años después, Jean-Jacques Rousseau, en El contrato social (1762), desafió estas ideas al afirmar que el ser humano es bueno por naturaleza y que es la sociedad la que genera desigualdades e injusticias. Según él, el hombre nace compasivo y pacífico, pero se corrompe por el deseo de poder y la propiedad privada. En su época, estos pensadores representaban tres corrientes: absolutismo, liberalismo y radicalismo. Hoy, podríamos decir que sus ideas se reflejan en conservadores, liberales y progresistas, respectivamente.

Hobbes y Locke debatían sobre el origen de una humanidad violenta y destructiva antes de que la civilización la organizara, mientras que Rousseau asumía un origen compasivo y pacífico, donde la sociedad y sus bienes promovían la desigualdad y la violencia. Esta visión rousseauniana se vincula con el pensamiento de Michel Foucault, quien en Vigilar y castigar (1975) argumentaba que las estructuras sociales—escuelas, cárceles y hospitales psiquiátricos—no solo organizan a los individuos, sino que también los moldean y, en algunos casos, los reprimen.

Este pensamiento progresista ha derivado en la idea de que el niño violento debe permanecer en el aula porque es el sistema el que lo desvirtúa; que el ladrón debe volver a la calle porque es la sociedad la que lo corrompe; y que la persona con trastornos psiquiátricos debe estar en su casa porque es la institución la que lo enloquece. Sin embargo, la realidad nos muestra que los violentos afectan a los niños sanos, los delincuentes asesinan y las personas con trastornos psiquiátricos pueden representar un peligro para sí mismas y para los demás.

La historia de la civilización, con más de tres mil años de evolución, ha demostrado que la falta de normas conduce a la anarquía. El progresismo neofoucaultiano ha promovido un abolicionismo de las estructuras del Estado que ha desembocado en una sociedad más violenta, casi como si estuviéramos en una etapa de descenso evolutivo, representada en una campana de Gauss.

El ser humano no es inherentemente bueno y necesita normas y controles que lo encaucen. La civilización es el mecanismo que permite comprender el verdadero estado natural de las cosas y ejercer el respeto hacia los demás y hacia las reglas. Sin consecuencias, no hay orden.

¿Qué significa "woke"?

El término "woke" proviene del inglés y significa literalmente "despierto". Originalmente, surgió en la comunidad afroamericana de Estados Unidos en la década de 1930 como un llamado a estar alerta frente al racismo y la discriminación. Con el tiempo, su significado se expandió para abarcar otras causas sociales, como el feminismo, los derechos LGBTQ+ y la justicia social.

Desde finales de la década de 2010, el término comenzó a ser utilizado de manera despectiva por sectores conservadores para referirse a políticas progresistas que consideran excesivas o agresivas. En la actualidad, el concepto "woke" se ha convertido en un punto de debate global, con algunos sectores defendiendo su importancia en la lucha contra la desigualdad, mientras que otros lo critican por promover una cultura de la cancelación y la censura.

Datos de actualidad

En los últimos años, el impacto del pensamiento "woke" ha sido evidente en diversas áreas. En Argentina, por ejemplo, el debate sobre la educación y la seguridad ha reflejado muchas de estas ideas. Recientemente, se han impulsado políticas que buscan reducir la presencia policial en ciertos barrios bajo el argumento de que la criminalidad es consecuencia de desigualdades estructurales, una postura alineada con la visión progresista sobre el origen de la violencia: El garantismo.

Asimismo, en el ámbito cultural, el concepto "woke" ha influido en la producción de contenido audiovisual, con un énfasis en la representación de minorías y la revisión de narrativas tradicionales. Sin embargo, esto ha generado críticas por parte de quienes consideran que algunas de estas iniciativas han llevado a una sobrerrepresentación forzada y a la censura de expresiones artísticas que no se alinean con la agenda progresista.